Sumiya: de la mansión de Barbara Hutton al hotel-museo más exclusivo de Morelos

La historia de la Residencia Sumiya, ubicada en Jiutepec, Morelos, es un relato que mezcla lujo, exotismo y transformación. Se trata de una mansión singular, concebida en la década de 1950 por la heredera estadounidense Barbara Hutton, una de las mujeres más ricas de su tiempo. Conocida como la “pobre niña rica” por las tragedias que marcaron su vida, Hutton buscaba un refugio en lo que consideraba el mejor clima del mundo, y lo halló en la región de Cuernavaca. En un terreno de más de doce hectáreas mandó construir un palacio al estilo japonés, inspirado en su pasión por Oriente y concebido como un regalo para su último esposo, el príncipe vietnamita Raymond Doan Vinh Na Champassak. La construcción tomó seis años y culminó en 1959, año en que la pareja celebró allí su boda. El nombre elegido para la residencia fue “Sumiya”, que en japonés significa “lugar de paz, tranquilidad y longevidad”, y que se acompañó de un emblema con una flor de loto y tres espadas como símbolo de sabiduría y amor.

El conjunto arquitectónico se convirtió en un capricho oriental en tierras mexicanas. Se levantaron pagodas, estanques con peces de colores, un jardín zen con rocas traídas de Japón y un baño tradicional ofuro. Lo más sorprendente fue la inclusión de un teatro kabuki, réplica de uno de los más importantes de Kioto, que aún conserva su atmósfera de solemnidad y su artesonado dorado. La residencia combinó detalles japoneses con elementos mexicanos, logrando un espacio único que evocaba tanto al monte Fuji como al volcán Popocatépetl, visible desde los jardines de la finca.

Pese al esplendor de Sumiya, la vida de Barbara Hutton no encontró la paz que buscaba. Su matrimonio con Champassak fue breve, y su fortuna se diluyó con los años hasta morir prácticamente en la ruina en 1979. La residencia en Jiutepec quedó abandonada durante varios años, rodeada de rumores sobre su destino. Finalmente, a finales de los años ochenta, fue adquirida por inversionistas encabezados por el expresidente Luis Echeverría Álvarez, quienes la transformaron en un complejo hotelero. En 1994 abrió sus puertas al público bajo la marca Camino Real, preservando la esencia oriental de la construcción y adaptándola a un nuevo uso turístico. A partir de entonces, Sumiya se consolidó como uno de los hoteles más exclusivos de Morelos.

En su etapa hotelera, la mansión fue sometida a varias remodelaciones que modernizaron habitaciones y servicios sin alterar su atmósfera original. Sus jardines, salones y el antiguo teatro kabuki se convirtieron en escenarios para bodas, convenciones y encuentros culturales. La oferta gastronómica incorporó tanto platillos japoneses como mexicanos, y el recinto se volvió un atractivo para visitantes nacionales y extranjeros que buscaban experimentar una fusión de culturas en un entorno de serenidad.

Hoy, en 2025, el lugar opera bajo el nombre Grand Fiesta Americana Sumiya, administrado por Grupo Posadas. El complejo cuenta con más de 160 habitaciones, rodeadas de jardines y estanques que evocan la estética japonesa. El teatro kabuki sigue siendo una de sus joyas más notables, mostrado a los visitantes como un testimonio histórico y artístico. Los huéspedes y turistas pueden recorrer sus jardines, admirar sus pagodas y disfrutar de un ambiente que se mantiene fiel al espíritu con el que fue concebido: un santuario de paz y longevidad. El lugar no solo es un hotel de lujo, sino también un espacio donde pervive el legado de Barbara Hutton y donde Morelos ofrece una puerta abierta al encuentro entre México y Japón.

La Residencia Sumiya, en sus distintas etapas, ha pasado de ser el refugio privado de una heredera cosmopolita a un patrimonio arquitectónico y cultural de Morelos. Hoy se mantiene viva, renovada y abierta al público, como un símbolo de la fusión entre tradición japonesa y hospitalidad mexicana.