En un rincón fértil del estado de Morelos, al sureste del municipio de Jantetelco, yace uno de los testimonios arquitectónicos más antiguos y representativos del sistema agrario colonial: la Ex Hacienda de Tenango. Fundada alrededor del año 1590, esta hacienda no solo fue una de las más antiguas del estado, sino también una de las más avanzadas en términos técnicos y productivos de su época.
Tenango fue originalmente un trapiche colonial, es decir, un espacio destinado a la molienda de caña de azúcar mediante fuerza hidráulica o animal. Se construyó sobre tierras que anteriormente pertenecieron a comunidades indígenas de la región del Valle de Amilpas, una zona que durante el virreinato fue repartida entre conquistadores y encomenderos. Desde su fundación, la hacienda operó como una unidad autosuficiente que incluía casa principal, corrales, bodegas, cuartos para peones, una pequeña capilla y, lo más notable, un sistema de canales de agua que alimentaban la maquinaria del trapiche.

Durante el siglo XVII y XVIII, Tenango se consolidó como parte fundamental de la red económica que abastecía de caña y sus derivados a los grandes ingenios del centro-sur de México. Las actividades productivas de la hacienda no se limitaban al azúcar. También cultivaba maíz, frijol, trigo y contaba con cabezas de ganado. Estas haciendas funcionaban bajo una estructura jerárquica donde el patrón vivía en la casa grande, mientras los trabajadores —en su mayoría indígenas o mestizos— vivían en condiciones precarias, sometidos a regímenes laborales que los ataban a la tierra por deudas impagables.
A diferencia de muchas otras haciendas que dependían exclusivamente de la temporada de lluvias, Tenango desarrolló un sistema hidráulico sofisticado, cuya obra maestra fue un canal de más de 1.5 kilómetros de largo construido en piedra, que captaba agua de un manantial cercano y la dirigía al molino de caña. Este canal aún puede observarse parcialmente hoy, y constituye uno de los mejores ejemplos de ingeniería rural del periodo colonial en el estado.
Con el paso de los siglos, la hacienda cambió de manos varias veces, adaptándose a las reformas liberales del siglo XIX. Tras la aplicación de las Leyes de Reforma en 1856 y la Ley Lerdo, muchas propiedades eclesiásticas fueron desamortizadas y vendidas a particulares. Se sabe que durante este periodo la Hacienda de Tenango pasó a manos privadas no vinculadas a órdenes religiosas, y se convirtió en una propiedad agrícola de importancia regional.

En el Porfiriato, la hacienda vivió su último gran auge económico. Las reformas pro-industriales de Porfirio Díaz, la expansión de ferrocarriles y la creciente demanda de azúcar en el mercado nacional, permitieron que Tenango modernizara parte de su maquinaria. Incluso se documenta que fue una de las primeras haciendas del sur de Morelos en contar con suministro eléctrico, gracias a la instalación de una pequeña planta generadora que alimentaba lámparas en el trapiche y áreas administrativas.
Pero con el inicio del siglo XX, el país entró en una etapa de convulsión política. La Revolución Mexicana llegó al corazón de Morelos con fuerza. Siendo cuna del zapatismo, esta región vivió intensamente las demandas agrarias y la toma de haciendas por campesinos. Según testimonios orales y registros locales, Tenango fue ocupada y parcialmente incendiada por fuerzas revolucionarias. La producción se detuvo, y la propiedad quedó semiabandonada. Tras la Revolución, la Reforma Agraria cardenista terminó por dividir los terrenos de cultivo de la hacienda, que fueron repartidos entre ejidatarios de Amayuca y pueblos vecinos.
Durante décadas, el casco de la hacienda permaneció en ruinas, como un monumento callado a los siglos de explotación y riqueza. Sin embargo, a partir de los años noventa, un grupo de particulares —algunos descendientes de antiguos propietarios— emprendieron un proceso de restauración que respetó la arquitectura original. Los arcos coloniales, los muros de cal y canto, y parte del canal hidráulico fueron rehabilitados con cuidado, conservando su valor patrimonial.

Hoy, la Ex Hacienda de Tenango es un centro turístico, cultural y de eventos de creciente prestigio. La propiedad ha sido acondicionada para albergar bodas, eventos sociales, corporativos, exposiciones, retiros espirituales y sesiones fotográficas. Cuenta con jardines amplios, áreas techadas para banquetes, una capilla restaurada para ceremonias, suites de alojamiento, baños modernos, cocinas para banquetería, y estacionamiento. Todo esto sin alterar la esencia del sitio, que conserva su estética virreinal y su entorno rural.
Aunque no opera como museo abierto al público todos los días, sí ofrece recorridos guiados con previa reservación, y participa ocasionalmente en festivales culturales y jornadas de historia regional. En fechas señaladas, incluso se realizan eventos conmemorativos que conectan el pasado colonial, revolucionario y contemporáneo del sitio.
La Hacienda de Tenango representa un caso exitoso de rescate patrimonial privado con vocación comunitaria, donde la historia no solo se conserva, sino que se vive. Caminar entre sus muros es viajar cinco siglos atrás, pero también ver cómo un espacio que fue símbolo de desigualdad puede transformarse en lugar de encuentro, memoria y celebración.